Las diversas vivencias que tienen lugar en un Dojo a veces pueden ser difíciles de transmitir. Sin embargo, tres personas participantes han querido resumir sus sentires tras este encuentro y así poder llegar a más personas interesadas en el trabajo de procesos.

Tras cuatro días de encuentro en Lakabe (Navarra), recogimos algunos testimonios de las vivencias compartidas de una estudiante de primer año (L.), una estudiante de nivel avanzado (A.) y una profesora (Neus Andreu Monsech).

Esto nos contaba L. sobre cómo había sido para ella sumergirse en el Dojo:

«Me fui de Lakabe, sintiéndome más, más consciente de quién soy, que busco, que quiero…

Los días en la comunidad, me ayudaron a comprender desde mi cuerpo, desde la experiencia, qué es el trabajo de procesos. Como personita de año base, ha sido mi segundo Dojo. La propuesta de Lakabe, fue una puerta de entrar para profundizar en esta metodología, acompañada con sumo respeto y cuidado.
Para mí, un regalo poder adentrarse en este trabajo de crecimiento personal y colectivo, en un entorno cómo el de Lakabe. Rodeades de bosques de encinas, de cerdos, gallinas, ovejas y vacas pastoreando. De árboles frutales, plantas aromáticas y flores diversas que acompañan a bellas casas de piedra y madera. Cobijo de personas -comunidad- que atienden a diario su entorno. Entorno que me sostuvo también en mis propios procesos.

Durante cinco días me sentí parte de una bella comunidad, es decir, cuidada y cuidando. Dando y recibiendo de todo un grupo de personas, aún poco conocidas, y aun así entregadas a un mismo objetivo. Un colectivo que se interroga, se mira y mira a las otres con curiosidad y ganas de cruzar límites, internos y externos, que aveces nos separan.

Una experiencia de cinco días que sigue acompañándome. Me siento ahora más parte de este tejido de TP. Una red que me da oxígeno para seguir adelante atendiendo mis diversas voces y a todas las partes que me conflictúan de mi día a día social.
«

Por su parte A. escribió sus reflexiones de la siguiente manera:

«Desde que los Dojos en la escuela se han vuelto obligatorios, y el Dojo de Supervisión es residencial en la escuela, que siento que este espacio contiene dos de mis memorias favoritas en mi paso por la formación: mi primer contacto con la comunidad, que fue en un seminario residencial, y mi salida del armario, casi un año más tarde, cuando superé mis límites de ser la estudiante más joven e inexperta del grupo.

La supervisión es un espacio de práctica. Nos confronta con nosotras mismas y nuestro proceso de aprendizaje, y en este Dojo lo hacemos grupalmente, favoreciendo la reverberación de todos los procesos de aprendizaje presentes en la sala. Aprendemos juntas de los procesos de nuestras compañeras que se prestan de clientas de facilitación individual, relacional o grupal; aprendemos juntas de la creatividad de la facilitadora y sus metahabilidades; y aprendemos juntas del increíble conocimiento de nuestras formadoras, que a su vez aprenden con nosotras. 

La intensidad de los días que pasamos juntas en Lakabe, como comunidad, fortalecen los lazos entre nosotras, de apoyo mutuo y solidaridad en el largo camino de convertirnos en diplomadas de Trabajo de Procesos. A veces, la gente no entiende nuestro compromiso kilométrico con esta metodología, que a su vez es una filosofía y una práctica de vida. Y estos espacios de reconocernos en este mismo viaje son imprescindibles para, incluso, reírnos de nosotras mismas mientras apreciamos el increíble privilegio que es formar parte de esta comunidad.«

Y finamente Neus, profesora del Instituto, nos regala estas palabras sobre sus vivencias:

«Es difícil de describir y explicar el proceso de aprendizaje que sé da en un marco como el Dojo de supervisión. Es difícil de explicar porqué el aprendizaje sé da en muchas direcciones y a muchos niveles. En muchas direcciones porqué la sabiduría es algo que una comunidad comparte y que no está sólo en manos de algunas, y a muchos niveles porque a la vez que aprendemos las técnicas y actitudes propias del Trabajo de Procesos, también aprendemos sobre nosotras mismas, de nuestro propio proceso de desarrollo y del de nuestras relaciones y comunidad. Todo esto, al menos, y de forma intensiva es lo que cocinamos en el Dojo. Salimos sin duda, todes, estudiantes y profesoras más conscientes y algo más conocedoras de lo que sabemos y lo que nos falta por aprender.

La maravilla y el reto del Trabajo de procesos es que a base de aprender a separar el grano de la paja avanzamos en saber cómo tomar consciencia de los procesos que vivimos individual y colectivamente. Definimos el proceso cómo el flujo de cambio constante que es la vida… y entendemos que en él conviven aspectos más conocidos de nuestra identidad, otros menos o totalmente desconocidos y los límites que estructuran lo más conocido de lo menos… y la tarea es básicamente aportar consciencia (y abrazar) a todos los aspectos que configuran el proceso, que a veces están en fuerte tensión. Lo hacemos a través de seguir el feedback y de tener en cuenta no solamente aspectos psicológicos, sino también aquellos espirituales y sociales que configuran nuestras identidades. No «creamos nada» de eso se encarga la naturaleza, aprendemos a seguir el cambio que ya está aquí poniéndole luz y consciencia para que sea más cierto, más útil, más liberador. 

En el mundo que vivimos hacen falta personas y comunidades interesadas en el todo, capaces a aprender a trabajar con la diferencia, la diversidad, la tensión (interna y externa) y el conflicto de una forma que vaya más allá de las dinámicas de guerra. No se trata de entrar en el  todo vale, pero sí de aprender a relacionarnos con la totalidad de los procesos que tenemos individualmente y como sociedad encima de la mesa. Ésta, entiendo que es una de las claves  para seguir construyendo sostenibilidad en el mundo que nos rodea y dentro de nosotras mismas.

Me fui de Lakabe con un poco más de esperanza en la capacidad de crear mundos distintos que tenemos las humanas, también consciente del camino que queda por recorrer y con el canal de aprendizaje abierto para seguir aprendiendo mientras ofrezco mis saberes como profesora y supervisora de la Escuela.«

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